Residencia Cap Blanc Cullera |
Una residencia no es como un hospital. En un hospital sale y entra gente a diario. Conoces a muchos pacientes, pero sólo durante unos cuantos días. En cambio en la residencia tratas a las mismas personas durante mucho tiempo. Las llegas a conocer del todo, sabes sus manías, sus gustos, su forma de ser. Y puede que vivan muy bien según en el centro en el que se encuentren, pero desgraciadamente viven solos. Y con solos me refiero a que no viven con sus familiares, sino con otras personas que puede que lleguen a ser como su familia.
En mi opinión hay tres tipos de residentes: los que están ahí porque sus familias no se pueden hacer cargo de ellos por sus enfermedades, los que no tienen familia y los que son abandonados por sus familiares. Por suerte o por desgracia hay algunos residentes que no son conscientes de esto por su enfermedad. Pero debe de ser horrible ser consciente de que estás allí sin tus seres queridos.
Según la OMS, la enfermería abarca la atención autónoma y en colaboración dispensada a personas de todas las edades, familias, grupos y comunidades, enfermos o no, y en todas circunstancias. Comprende la promoción de la salud, la prevención de enfermedades y la atención dispensada a enfermos, discapacitados y personas en situación terminal. Pero a veces la enfermería va más allá. Asistimos también espiritualmente. Esas personas necesitan cariño, necesitan que alguien les escuche, que les comprenda, que les dedique un rato de su tiempo.
Es maravilloso que un residente te coja para darte un beso y que te coja de la mano, que te acaricie el pelo y que sonría cuando ni siquiera habla. Ver esas caras de agradecimiento por simplemente cogerles una pastilla del suelo porque desde la silla de ruedas no llegan. Que te miren y te sonrían por ayudarles a beber porque sufren Parkinson o porque tienen medio cuerpo paralizado por un ictus cerebral. Que vengan y te enseñen todo lo que han avanzado con la fisioterapeuta y estar orgullosa de ellos. Estoy totalmente convencida que la verdadera recompensa de una enfermera no es tanto el salario, sino ver todo esto, el notarte querida. La satisfacción al verles felices no se puede comparar con nada. Los curamos y aliviamos físicamente y espiritualmente.
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